Crítica a "Nudos que cortar" (1)
Abrimos la novela y asistimos a una descripción tan arrolladora que nos empuja, como al abrir una ventana o una puerta a los elementos desatados. El oído se apercibe de la fuerza onomatopéyica del paisaje, la vista quiere adivinar qué trae el fenómeno, qué tragedia o qué castigo se cierne. Tras este verbal impulso bíblico de factura barroca, un detalle impresionista nos pone delante de dos personas “sobre el rostro, el ala del sombrero y el pico de la boina”.